sábado, 31 de diciembre de 2011

Ella allí y yo tan lejos


Allí estaba ella, con su cabello largo que le golpeaba las mejillas. Yo detrás de una multitud la observaba cauteloso, como queriendo atesorar esos instantes en algún palacio de mi cabeza.
Ella miraba intranquila a un lado y a otro, con un banco en su espalda y sin querer utilizarlo, la incertidumbre la obligaban a estar de pie y a mostrarme a mí y al mundo su belleza. Allí estaba ella, con el miedo a que yo le fallara una vez más a sus fantasías y con años interminables de espera entre sus manos, mientras yo seguía de lejos observándola.
De a poco y cauteloso llegué a su espalda y como no siendo digno de tocarla rocé los dedos con sus hombros y de inmediato dio la vuelta. Una sonrisa, una lagrima en su mejilla y una mía comenzando el mismo trayecto, mientras sus manos reunían sus años de penas con las mías. Sin dudarlo dos veces solté sus manos y di media vuelta, tomando una marcha sin retorno. Mientras daba mis pasos sentí como ella dejó caer de sus manos el tiempo y el dolor, para no cogerlos nunca más. Mientras yo me condené a observarla desde lejos.